La salida
En el barrio de Phramfield, aquella calurosa temporada, en una casa nada diferente a las demás, en el tercer nivel, en el último pasaje, en la segunda puerta, se empezaban a escuchar sonidos similares a pequeñas piedras golpeando el piso complementadas con algún tipo de música instrumental. De pronto, parecía escucharse solo una gota que impactaba con piedra, por unos momentos solo la música parecía continuar, luego aquel sonido húmedo retornaba al lugar.
Aquel joven, de cabellera verde y finos rasgos, dominaba el teclado sin despegar la vista de un mar de letras verdes sobre fondo negro que al frente suyo se acumulaban. Sus dedos parecían guardar coordinación y aquel sonido de invierno se generaba. De vez en cuando, sus dedos descansaban para contactar su barbilla, fruncía el ceño y al parecer analizaba aquel mar negro que sobre tres dispositivos de tecnología extraña se mostraban.
Se inclinaba sobre estos dispositivos para arrancar un papel que pegado se encontraba sobre las paredes de su cuarto. Lo leía, y retornaba al mar de letras verdes. Dirigía su mirada a aquel surtido de símbolos que cerca a su pecho se ubicaban y emprendía aquel ejercicio manual qué húmedo sonido destilaba.
Parecía extraño, pero empezaba a reír. Sus pupilas se dilataban y aquella sonrisa lasciva se dibujaba sobre su rostro. "Taris nata" parecía decir, "Taris nata, ¡taris nata!" replicaba.
Se levantó súbitamente. Sin poder evitarlo, logró rozarme. Cometí un grave error al no guardar cierta distancia de los estudiados, con cierta experiencia sé que los seres de esta época solo asumen presencias paranormales, sin embargo, este joven era diferente, él sospechaba.
Se quedó quieto, intacto y de perfil, sus ojos estaban muy abiertos, su brazo izquierdo retornaba sobre su ruta y volvía a tocar mi abdomen con su codo. Los ojos se el abrían aún más, su ritmo cardíaco se incrementaba y veía como los vellos de sus brazos se erizaban. Volteó su mirada hacia donde yo estaba, parecía que observaba su brazo, fruncía el ceño, moviendo aún más su codo, palpándome preocupado por entender que sucedía.
Supuse que él iba a salir corriendo, pero este hombre decidió atacarme, desde su punto de vista él golpeaba el aire pues asumió que algún tipo de entidad le amenazaba y manifestó así su defensa instintiva, me defendí - confirmando sus sospechas sobre un ente invisible que yacía en su pieza - y decidí salir de aquel cuarto. Él nunca pudo verme pero me sintió. Lo he estudiado 2 semanas y al parecer cuenta con las actitudes para ...
(continuará)