domingo, 8 de diciembre de 2013

Devan #290 | Las charlas de Saint Marin

Mis pies nunca han pisado estos adoquines, calles oscuras amenazan mi inocencia, varones vestidos de mujer tratan de prestarme sus servicios, las suelas de mis zapatillas de goma están quemando por causa de la velocidad de mi recorrido, bajo los bolsillos de mi chaqueta azul llevo los suministros necesarios para la jornada, palpo mis bolsillos para asegurar mi afirmación, confirmando especialmente la permanencia de mi cyphone, algo muy indispensable en las salidas, especialmente si eres un novato y dependes de la guía de tus amigos. Continúo caminando por las calles anteriores a mi destino abarrotadas de bares, posadas, clubs de espectáculo y antros plagados de fumadores de porro bajo la comparsa de robots descartados debido a alteraciones programáticas.

Me dirijo hacia la plaza de Saint Martin en el sector vigésimoquinto de Phramfield a encontrarme con Lud y Rhon, hay un grupo de synthpop que me interesa mucho presenciar, desde el gobierno de Camil se prohibió todo evento oficial propagandístico anarquista o de sentido político, así que la mayoría de estos encuentros pasaron a la clandestinidad, en zonas alejadas o donde los bots de uniforme no tengan cabida a órdenes por ciertas estrategias hacktivistas como los filtros inalámbricos geolimítrofes.

Esta vez tengo mi cuenta bancaria con algo de saldo para el acto, considerando que es poco lo que me queda puesto que aún no tengo trabajo y mis experimentos están a meses de salir al mercado, además, solo por prevención llevo un par de lenis en mis medias, un lugar poco buscado por canallas y una reserva adecuada para un pasaje de emergencia en taxi a casa.

Tuve que subir a un bus, ya que mi ruta prescindía de paraderos oficiales de la "nave", para arribar en un sector decenas de cuadras distante a mi destino. Llegué a una plazuela de músicos, si no fuera por la ingente cantidad de comerciantes de segunda y la parsimonia improvisada por cientos de ofertas instrumentales el nombre de Plaza del Buen Ruido estaría bien aplicado, pero no, una simple plazuela por nombre era suficiente para aquel bullicio y alboroto que impedía el paso.

Por curiosidad, e ignorando mis prejuicios, busqué los instrumentos de láser sobre los que leí hace semanas en la red,  pero solo encontré theremins, laúds de fibra óptica, guitarras híbridas y las clásicas varillas de Phramfield, la fuente de melodía más importante en la zona, un simple movimiento producía sonido dependiendo del material, diseño, programa o tamaño de la misma, parecen simples pero su infinita variedad las hacen únicas, por ejemplo sé de varillas que dejan un rastro químico sobre su recorrido, el cual al ser interceptado por el mismo intrumento produce otro sonido adicional, existen otros que graban sonidos y estos son invocados en base al movimiento de la varilla.

Y aquí estoy, a cinco kilómetros de Saint Marin, a lo lejos puedo apreciar el monumento al comandante creado por el escultor y automatista Dalin Lu, siempre con la peculariedad de sus obras que son la inclusión de movimiento progresivo, por ejemplo la de Marin sigue movimiento de recarga de su armamento a medida que pasan las horas, es decir, si estás a las tres de la tarde y el sol contribuye con una adecuada iluminación en las facciones de la escultura, el general Marín estará con su cañón