De la fila de seres que permanecían sentados a la derecha de Sareil, un hombre pelirrojo y con traje gris se levantó y caminó lentamente hasta Santiago. Empezó a palpar sus oídos, Santiago sentía algo de dolor, no podía hablar, sus músculos bucales no reaccionaban, y en su sordera temporal un pitido agudo se pronunciaba . Teriel entonces continuó con los ojos, con sus dedos empezó a frotar suavemente la visión de Santiago, él sentía un poco de ardor, cuando en sus tinieblas empezaba a escuchar pequeños susurros que opacaban al pitido inicial, extrañas voces discutían a lo lejos, ¿es otro idioma el que escucho? se preguntaba Santiago, mientras Teriel empezaba a pronunciar unas sentencias.
- Evita los campos santos, iglesias y cualquier otro establecimiento con muchos años de antiguedad — mencionaba Teriel mientras deslizaba sus dedos por las mejillas de Santiago, como si fuese a darle un beso. — Cierto,también obedece a los números, aquellas combinaciones poco habituales.
- Santiago, ¡levántate y anda! !jajaja! — gritaba Sareil, feliz por su hazaña, mientras Tariel retrocedía haciendo ademanes en su paso y Santiago volvía ver todo desenfocado de nuevo, mas los murmullos continuaban aumentando el volumen.
- ¿Y ahora quién pastea el ganado?¿alguno de ustedes se rebajaría a hacer labores con sucios?¿no?, venga Teriel, estás cerca, ¿no?,¡Mierda, despierta de tu desgracia Denael y ordena el rebaño! — escuchaba Santiago mientras perdía fortaleza en sus pies, trataba de desistir de la caida con sus brazos, pero era en vano y yacía desparramado de nuevo, desvaneciéndose dentro y fuera.
Sobre la pieza rentada en uno de los barrios más rancios de la metrópoli, por encima de una anciana pareja de decaídas personas que alegraban sus tardes con televisión basura, detrás de aquella manija algo oxidada, en un espacio no menor a sesenta metros de área, cerca a un escritorio caótico con muchos papeles recostados uno al otro, algunos pegados en las paredes conteniendo información que solo aquel joven liquidado en el suelo conocía, las moscas provenientes de un baño anticuado descansaban sobre un rostro húmedo e inerte, la más astuta de ellas seguía el sabor de las lágrimas, movía las patas emocionado por lo que encuentre, se desplazaba lentamente examinando con su boca la superficie, empieza a mojarse uno de sus miembros, la piel parece más delgada y cerca suyo divisa un negro mosaico, ¿será esa la fuente de este líquido?, parece preguntarse la mosca, demasiado curiosa demuestra ser, se acerca y por instinto salta a volar, pues aquel mosaico ahora se movía irregularmente mientras una esfera brillaba detrás suyo.
Santiago despierta y observa su entorno, la soga desistió de su fortuna destripándose así misma, él había caído y pérdida de memoria hubo acaecido, desorientado lamenta su fracaso, mientras limpia sus fluidos con una de sus manos, después se quita la soga y la tira con odio sin cálculo alguno. Se asusta al recordar aquel sueño vivido, no ha pestañeado hace poco, tieso, tratando de rememorar lo sucedido, ¿ese fue un sueño? se pregunta tragando saliba. Se estremece de nuevo, cuando el teléfono apaga el silencio.
- ¿Aló, buenas tardes? — responde Santiago aparentando un total relajo en sus cuerdas vocales.
- Cabrón, ¿por qué no viniste a clases?, necesitaba tus apuntes — una voz elocuente, sin preocupación alguna, reclamaba sutílmente la ausencia de un amigo que con permiso Santiago aceptó en sus días.
- Me quedé dormido, no jodas — respondía ahora un tono más juvenil, que no necesitaba de hipocresías pues una sonrisa se revelaba.
- Jajaja, me sorprende de ti, está bien, mañana lo vemos — todavía con resignación y una ligera cólera, aquella voz respetaba el enlace, evitando disgustar al comunicado.
- Sí, mañana, bueno chao. — Santiago se disponía a colgar la llamada, cuando parecía percibir de nuevo el reclame de su amigo en la línea — ¿ey?¿dijiste algo? — sin embargo, aquel emisor ya había dejado el contacto, Santiago fruncía el ceño, tratando de encontrar sentido a lo sucedido.