Un remedo de atmósfera se extendía sobre las cabezas de la posada, el humo expedido por labios secos y membranas húmedas formaba una ligera niebla aromática mientras el sonido de las varillas eléctricas de un grupo poco conocido de epop hacía menear los rostros de los comensales. Estaba hambriento, apenas había comido dos pedazos de pan y varias almejas crudas en el muelle.
- ¡Ey!, ¡tú bastardo!, sí, tú, el descalzo, ¡largaos del Dreyfus!, mi posada no insiste , solo reclama que paupérrimos como vos se limiten a pisar esta área, ¡Yum deshazte de él caramba!— exclamó el posadero, señalándome y mirando a un robot de combate.
- Retírate o utilizaré la fuerza, estoy autorizado para romperte los huesos — advertía el robot, mientras levantaba mi mirada pues me llevaba como tres cabezas de estatura, además de su anchura, me encontraba bajo su sombra.
- Tranquilo, tengo dinero, 1400 lenis para ser exacto, además soy ingeniero de segundo grado, puedo mejorar tu batería, eh, vamos, conversa con tu jefe — traté de convencer al bot, mas este se resistió y dio un paso amenazante hacia mí, todo el peso del grafeno sólido y macizo en su contextura retumbaba las mesas y formaba un nudo en mi garganta al imaginar mi cara desfigurada, decidí salir retrocediendo lentamente y levantando las dos manos como símbolo de resignado.
Fue mala idea venir en aquel camión de basura, era la única manera de salir de aquel muelle abandonado, considerando que el viaje duró cinco horas, si hubiese emprendido la ruta a pie, de seguro estuviese muerto. En fin, no resultaría ser una mala idea, ¿pero por qué tuve que ir junto a la basura?. Claro, claro, el protocolo, las leyes, maldita TTA, pero está bien, tengo que obedecer a cuestas, el punto es que sería muy sospechoso que un ser humano saldriese de la nada de un muelle viejo y solitario, vestido de un traje blanco demasiado nuevo para la ocasión junto a artefactos raros en el rostro, así que colarme detrás, colarme detrás quedará para la persistencia.
Ahora, ¿no se supone que un camión de basura deja los deshechos y regresa a la metrópoli limpia para nuevas cargas?, correcto, pero parece que en realidad me subí a un camión de reciclaje, sí, de seguro que es eso, de otro modo por qué acabaría tirado en un depósito de chatarra, demonios, no debería haber dormido demasiado.
Seguía pensando, sentado, en un callejón cerca a la posada, el sonido delicado del paso de una cucaracha me permitió seguir su rastro, ella también buscaba comida, ¿y si la sigo?¿me la como?.
- Hola jovenzuelo, tenemos un asunto contigo — tres individuos de vestimenta elegante obstruían la salida del callejón, uno cargaba un cuchillo y golpeaba la hoja repetidas veces sobre la palma de una de sus manos.
- ¿Qué queréis?¿No os conozco de antes? — trataba de conducir el diálogo mientras preparaba una ampolla del morral.
- Queremos esos lenis, venga, es simple, nos lo dais y nos vamos — explicó el del medio, un tipo de terno blanco y cabello rubio.
- Pero Julian, quiero tenerlo un ... — reclamó el de su izquierda, terno rojo, labios pintados y cabello largo negro.
- ¡Silencio! Iván, ¡Silencio! — exclamaba el que parecía ser el jefe.
- No sé de que me hableis, no tengo dinero, soy un pobre vagabundo que merodea por estas calles. — explicaba mientras empezaba a inyectarme la ampolla por detrás sin que se diesen cuenta.
- Bueno, si así lo quereis, así lo tendrais — exclamo el del medio.
- Y no habrá lugar a reclamo — susurró el de su derecha, lamiendo el cuchillo cuyo brillo resaltaba del terno azul que llevaba junto a la cabellera corta del mismo tono.
El azul, por así llamarlo, inició el ataque, corrió de inmediato a mí, con el cuchillo entre dientes. Salté por encima de él, y al girar le volteé la cara de una patada, el sonido del cuchillo rebotando en la acera agregaba cierto tono agudo a los pasos acelerados de sus compinches, uno sacó un arma de fuego, mientras el otro desveló un par de bombas químicas personales, propia de asesinos muy escrupulosos. Solo tenía que correr, si una de esas bombas impactaba cerca a mí, en unas horas mis órganos estarían en el mercado negro, de las balas poco podría preocuparme, el traje hacía su trabajo. Ya me había dicho Revis sobre los pulmones de asalto, debería haber aceptado ese trasplante. Me impulsé hasta llegar a unas escaleras en caracol, las balas impactaban con los soportes de metal de las mismas, el de terno rojo esperaba algo para realizar su ataque, hasta que lo vi, una de esas cápsulas explotó dos metros encima mío y el agente químico empezaba a caer sobre mi ruta, reforcé mis muslos y salté hasta el otro muro sujetándome sobre los marcos de una ventana y evitando así aquél veneno, ya casi llegaba a la azotea cuando un dolor intenso acaeció sobre la planta de mi desnudo pie, una bala la había perforado.