miércoles, 20 de noviembre de 2013

Devan #210 | La salida

No es un fin de semana cualquiera, no es un sábado de películas piratas, videojuegos, literatura fantástica, ufología o conocimientos apócrifos a montón. Hoy salgo de casa por segunda vez, Lud me ha invitado a una fiesta en el centro de la ciudad y como parte de mi investigación no le he podida negar, en fin, tengo que reconocer que aquella primera salida todavía me hace reír cuando la recuerdo, aquella atrofia temporal de sentidos no ilegal despejó facultades humanas que mi persona pocas veces dejaba relucir.

Ya estaba relativamente cerca al paradero del sector diez de Phramfield, me levanté del asiento en suspensor, rocé con varios robots antes de llegar a la puerta de descarga, seleccioné el paradero en el hológrafo del bus - como clásicamente lo llamamos en Phramfield, a pesar de ser una nave para corta altura - este aceleró a doscientos kilómetros por hora al no detectar la solicitud de bajada intermedia de ninguno de los trescientos pasajeros entre humanos, robots y reptiloides que viajaban.

Ya dispuesto en la puerta de mi hogar, esperé a que el dobot me abra la puerta, había estropeado mis dedos al quemar un circuito en el laboratorio de nanotecnología de la universidad y aquellos fragmentos minúsculos aún estaban adheridos en mis surcos dactilares, es así que no podía identificarme con mi huella manual. No quería fastidiar a mi madre, así que preferí esperar.

Mientras Scotty ladraba de alegría al verme en la puerta. Contemplaba la barriada, aquel sector diez en las puertas del infierno conocido también como el "Llano". Tengo que agradecer que a pesar de ser una zona levemente peligrosa - con verdaderos fumadores de porro, traficantes de krokodil, ingenieros canallas y por su puesto fiestas paganas a montón - al crecer en esas calles aseguraba mi tranquilidad respaldada por la conocida ley urbana de la no violación vecinal.

Esperando tranquilo en mi puerta, saludaba a los conocidos que pasaban por la calle hasta que aquella voz, preinstalada anteriormente por mi persona, me dio la bienvenida a casa.

- Bienvenido a casa Devan, fóllame, fóllame — repetía el dobot.

No pude contener la risa, la noche anterior programé unas instrucciones para reproducir una de las frases populares de mi actriz favorita.

- Pero qué demonios Devan — renegaba mi madre a lo lejos, en la cocina para ser exactos.
- Los de Sonda nos recargarán más de lo debido a fin de mes ¡bestia! — resaltaba mi vieja.
- No má, no hay recargas por eso, no te preocupes, he averiguado en los foros — trataba de explicarle.
- Más te vale, más te vale, sabes que te doy de alma — una de las clásicas frases de ella.

Aproveché entonces para decirle sobre la salida particular que iba a tener esa noche, a mi madre le gusta que salga, sabe que es mejor que la decena de psicólogos a los que acudía.

- Má, hoy día salgo en la noche — le decía mientras estaba sentado en la sala viendo el cronovisor.
- ¿Sí? Ay mi Devan, ya estás creciendo. Está bien, pero no bebas demasiado — recomendaba mi madre mientras picaba un par de jitomates. Los impresores no lo imprimen todo, especialmente productos tan particulares como el jitomate del valle del Fatme.

Subí a mi pieza, cientos de cables adjuntos uno al otro hasta formar una especie de alfombra plástica adornaban el piso con aquel destello óptico que reaccionaba al contacto con mis pies. Fue una buena hackeada que hice en vacaciones, mientras varios de mis amigos se divertían en la playa.

Cogí y me coloqué los lentes del computador, me eché en mi cama y revisé las actualizaciones de Fabk y Braph, las sociales me deprimían, me hacían sentir que desperdiciaba mi vida al ver como mis compañeros realmente las disfrutaban, así que las ojeaba muy rápido. En Braph, en cambio, chequeaba el estado de mis objetos, de mi grafo específicamente, al parecer había una nueva serie para la tarjeta de video de mi reloj, mis zapatos habían recorrido quinientosveinte pasos el día de hoy y uno de mis libros registrados habían sido parte de tres búsquedas, quizás alguien quiere comprarlo, espera opiniones o quiere hacer amigos, sería interesante. Se me entrecerraban los ojos, hasta que caí en pleno sueño.

Algo vibraba en mi tabique, era un mensaje de Lud. Había cambiado los planes, ahora me esperaba en una posada cerca a un canal de televisión. Tenía que ir rápido sino corría el riesgo de arruinar la salida. Como solo tenía dos pares de pantalones de viento y uno acababa de usar hoy día, estaba en la obligación de portar algo de azul eléctrico sobre mis piernas. Me vestí con uno de los polos que me regalaba mi tía cada navidad y listo, me sentía decente para recorrer la metrópoli hasta que la sobreprotección de mi madre resaltó :

- Dev, ponte tu casaca por favor, está haciendo mucho frío en Phramfield — indicaba mi madre mientras practicaba su repostería molecular, una de sus aficiones que más delicias me brindaba.
- Pero madre, estoy bien así — sabía que hablaba en vano, pero intentaba persuadirla a desistir de su idea.

Finalmente terminé con un vergonzoso saco color khaki, ni modo, era dificil cambiar la imperativa opinión de mi madre. Mi viejo me dio un par de lenis para comprar algo en mi viaje - teniendo en cuenta que es el segundo que realizo muchas interrogantes escondía en su mente, pero él sabe que mientras más cosas normales haga un anormal mejor es mejor apoyarle - y además me recomendó que compre condones de grafeno y tuve que explicarle difícilmente y algo ruborizado que mi objetivo no era irme de putas. Cualquier padre pensaría eso de un hijo que nunca sale, de alguien que nunca trajo chicas a casa, de un hijo que nunca recibió llamadas de féminas preguntando por él y de quién nunca se escuchó pronunciar nombres de mujer, de alguien que evidencia ser nulo en relaciones sexuales y de un momento a otro - como por impulso hormonal - decide ir de caza, sediento de carne, con el impulso hirviendo por algo de fricción vaginal.

Salí airoso de mi casa, un poco alegre por lo que acontecía esa noche, y particularmente me sentía como un personaje principal de un videojuego de aventuras virtual. Tenía cien de vida, cien de maná, treinta monedas de oro, un saco que equivalía a más diez de defensa por su peso y textura, unos pantalones que por el color destintado podrían considerarse exóticos y otorgaban veinte de agilidad, un par de gafas que me daban siete de inteligencia pero restaban treinta de sex appeal, zapatillas de los veinte que significaban sesenta de velocidad y un cyphone que simplemente me permitía comunicarme con mis padres y un par de amigos entre Lud, Vector, Rob y Eik.

Luego de media hora de viaje, llegué a la posada "Modus Operancio", ubicada en el sector veinticuatro, me senté en una de las mesas y esperé a Lud mientras jugaba con mis manos tal cual bohemio cuando reflexiona sobre un nuevo poema. Hasta que el sujeto apareció, a lo lejos, algo vacilante, junto a un conocido de la universidad, de repenté divisé como Lud se tropezó y por poco se caía de cara al piso, jadeaba de un lado a otro. Al acercarce a mí, confirmé mis sospechas, Lud estaba ebrio, su mirada borrosa con un acento vago y el equilibrio perturbado delataba su sensibilidad congénita al aguardiente del centro. Era evidente que los planes cambiaron en ese momento, era una aventura nocturna, improvisada, que no podía dejar pasar.